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Definitivamente el proceso de duelo frente a la pérdida de un hijo (a) esperado es una de las situaciones más difíciles que los padres pueden enfrentar. Muchos embarazos no llegan al término por diferentes razones, entre esas circunstancias, la más común es el aborto espontáneo. En algún momento, la ansiada espera llega a transformarse en una pesadilla envuelta de culpa, tristeza, impotencia, enojo entre otras emociones que forman parte de una gran lista de emociones y sentimientos que se pueden reflexionar y validar; sin embargo, si persisten solo emociones negativas será poco beneficioso para el proceso de duelo y perjudicial para el bienestar de los padres. Cuando después de aquella tormenta llega la calma, y se da la posibilidad que los padres se vuelvan a ilusionar con la espera de otro hijo (a), a aquellos bebés que nacen luego de la tormenta se les conoce como “bebé arcoíris”, su existencia va íntimamente ligada a la calma tras la lluvia. Sabemos que no hay arcoíris sin que previamente haya llovido.

Es necesario precisar que en relación a las circunstancias del fallecimiento del anterior bebé, el siguiente embarazo puede afrontarse con miedos y temores a que vuelva a suceder. Por ello, algunas madres intentan no vincularse espontáneamente con el nuevo bebé por temor a que se vuelva a repetir la situación y podrían llegara a pasar el embarazo bloqueadas sin poder conectar con su hijo(a).

Es importante tener en cuenta que el nuevo bebé no reemplazará al anterior, quizá sirva para calmar el dolor del pasado, pero no conseguirá olvidar lo ocurrido. Se debe considerar que este nuevo bebé llegará cargado de muchos miedos, mucha ansiedad, muchas expectativas, en fin, algo que se debe tener presente es que este bebé llegará siendo único, no la sombra del fallecido.

Es evidente y comprensible que después de haber pasado por una experiencia de esa magnitud los padres puedan ser protectores con el bebé a lo largo de su desarrollo, pero cuando la sobreprotección se convierte en una barrera de desarrollo, es cuando los padres deben detenerse.

Finalmente, considerar las siguientes recomendaciones:

1- Nunca llamar al nuevo bebé con el nombre que se pensaba poner o se puso al fallecido.
2- Trabajar sobre los propios miedos para no trasmitirlos al bebé.
3- Evita la sobreprotección tomando conciencia de los riesgos reales, no los imaginarios.
4- Identificar las emociones presentes como padres y de necesitar ayuda acudir a un especialista.


Psic. Ana Dextre
Psicología Integral Yo Puedo
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