Cada vez que se habla del padre, podemos relacionarlo con la imagen de seguridad, fortaleza y protección, sin embargo, puede resultar complejo mantener siempre esa posición para un padre, porque como ser humano puede también sentir miedo, angustia y porqué no decirlo, verse frágil en algún momento, sin embargo, al convertirse en padre, asume el rol protector más allá de sus propios miedos, más allá incluso de sus propias necesidades.
Muchas veces sin razón cuando se habla del padre, se le compara con la madre, como si se tratara de una competencia para decidir quien es mejor o más necesario, lo cierto es que ambos son importantes y complementarios, se trata de dos figuras distintas que se vinculan en un objetivo de amor en común. Nadie nace sabiendo ser padre, nadie nace sabiendo nada, todo lo vamos aprendiendo en el camino, la disposición ayuda enormemente al desarrollo efectivo del rol paterno. Existe la capacidad de atención y cuidados inherentes, en el ser humano, que se potencializan cuando existe una necesidad. Muchos padres se dieron cuenta de su potencial cuando tuvieron que hacerse cargo de sus hijos por alguna razón, es en ese momento cuando una receta de internet o los consejos de la abuela sumada a la necesidad, hacen de este padre un experto cocinero que puede llenar la mesa de pastas, papas fritas o lo que se le antoje al comensal, su pequeño o incluso grande amor, su hijo (a).
Las expectativas
Cuántas veces juzgamos a nuestros padres, cuántos incluso son ahora adultos y hasta la fecha no lograron perdonar o comprender a su padre, muchas veces los resentimientos están asociados a las expectativas que tuvimos o tenemos aún del padre, y si nos detenemos un poco quizá nos demos cuenta, que las expectativas no se ajustan al padre real, si no al que nos hicieron creer que sería el perfecto, y quizá tengamos a un padre que nos amó o nos ama desde la única forma que aprendió a amar o entregar amor, a veces puede ser a través de su trabajo, de lo que dió o da y quizá no dio, a través de lo que esperábamos, quizá no fuimos tampoco capaces de exponer lo que necesitábamos y así resultó más difícil estar cerca.
Que tal si forjamos expectativas más realistas, es decir, aceptamos como es nuestro padre y desde el conocimiento de lo que es capaz de expresar y hacer, lo aceptamos y nos damos permiso de respetarlo, amarlo por lo que nos dio y no por lo que faltó.
Si tienes algún resentimiento con tu padre, considera lo siguiente:
- Empieza por agradecer lo que recibiste, incluso, si sólo fue la vida.
- No llenes los vacíos existentes con supuestos que no sabes si son reales o no.
- Acepta y reconoce cómo es o fue tu padre en realidad con las versiones de quienes no están resentidos con él.
- Averigua cómo fue el abuelo con tu padre para que puedas comprender el modelo que tuvo.
- Considera que si te afecta es porque hubo una expectativa que no se ajustó al verdadero personaje.
- Nadie que es rechazado insiste tanto en acercarse.
- ¿Qué tal hijo crees que fuiste o eres?, ¿ te gustaría tenerte como hijo?
- No puedes cambiar el pasado de tu padre, pero sí puedes actuar sobre tu presente y sobre el hijo que quieres ser y el padre que eres o serás.
Recuerda que no puedes cambiar el pasado, pero sí el presente para tí, tu padre y tu familia.
Lic. Sarela Quiroz
Psicóloga psicoterapeuta.