Desde el momento en que nace, cada niño(a) se encuentra inmerso en un ambiente familiar único, donde diversos factores como la situación económica, el estilo de crianza de los padres y la comunicación, impactan profundamente en su desarrollo.
Es esencial que los padres establezcan objetivos claros de crianza, priorizando la creación de un vínculo saludable con sus hijos. Esto implica proporcionar un entorno estable y seguro que fomente la expresión emocional, la contención y el establecimiento de normas claras. La comunicación abierta y el sentido de protección son fundamentales.
Sin embargo, algunos hogares presentan condiciones desafiantes, como discrepancias en la crianza o eventos estresantes, lo que puede crear un ambiente invalidante para los niños. En estos casos, la falta de contención emocional y la represión de sentimientos pueden ser evidentes, lo que afecta negativamente el desarrollo emocional del niño(a).
Un ambiente invalidante se caracteriza por una comunicación limitada y respuestas inadecuadas a las emociones del niño (a). Por ejemplo, cuando un niño llora frente a sus padres y recibe respuestas descalificativas en lugar de comprensión y calma, se perpetúa la desregulación emocional.
Esta falta de gestión emocional puede llevar al niño (a) a desarrollar dificultades para reconocer sus propias emociones, intolerancia al malestar y desconfianza en sí mismo (a). En la edad adulta, estas dificultades pueden manifestarse en problemas de autoestima y enfoques poco saludables para enfrentar los desafíos.
Finalmente, es crucial que los padres se esfuercen por criar niños emocionalmente sanos y autónomos, brindando apoyo emocional, comprensión y valorando sus sentimientos desde una edad temprana. Este enfoque ayuda a fortalecer la autoestima y promueve un desarrollo emocional saludable en el niño(a).
Psic. Ana Dextre
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