En la actualidad, la ciencia y tecnología han permitido descubrir la verdad detrás de grandes misterios que antes se atribuían a fuerzas místicas; sin embargo, algunas creencias mágicas, también conocidas como supersticiones, se han mantenido en el pensamiento colectivo hasta la actualidad, llegando a influir incluso en algunas nuestras decisiones de manera inconsciente.
Aunque no existe evidencia que dé credibilidad a las supersticiones; estas, por el contrario, sí tienen relación con un fenómeno psicológico: el condicionamiento operante, el cual describe como una persona puede asociar un suceso aislado con una conducta específica. Por ejemplo: Si un estudiante lleva a todos sus exámenes una pulsera roja y aprueba en todas ellas, probablemente siga utilizando la misma pulsera en los siguientes exámenes para volver a tener éxito. Y, con mayor razón, si un día desaprueba un examen y no traía puesta la pulsera, se reforzaría la creencia del amuleto de la buena suerte.
Las supersticiones o el creer en ellas no es algo malo ni bueno. De hecho, aunque evitar romper espejos no garantiza el éxito o fracaso, sí genera una sensación de control sobre una situación incierta, logrando un sentimiento de alivio que reduce la inseguridad y la ansiedad. Es decir, una vez más, queda claro que nuestras creencias influencian a nuestras emociones, por lo tanto, es mejor si las creencias están asociadas hacia algo bueno o de un efecto positivo sobre nosotros. De este modo, también puede llegar a convertirse en un problema si las creencias nos impiden confiar en nuestras capacidades y llegan a invalidarnos por la falta de un amuleto o ritual. Por ello, la mejor manera de superar las conductas supersticiosas extremas es entrenar nuestra mente para que tengamos la confianza de enfrentar nuestros miedos, aceptando y reconociedo tanto nuestras debilidades, como nuestras fortalezas, incentivando la confianza en nosotros mismos, en nuestro esfuerzo y en nuestros logros sin la necesidad de un amuleto.
PSIC. ANDREA GONZÁLEZ
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